De la misma forma que preparamos un platillo para el que planeamos, buscamos ingredientes y dedicamos tiempo en su elaboración, podemos crear la felicidad.
No existe la receta única para la Felicidad, cada cual debe buscar en el fondo de su corazón todo lo que quiere saborear en esta vida pasajera y maravillosa.
El primer paso es el reconocimiento y la valoración del mundo propio, de la propia existencia, para lo cual es imprescindible remitirse al origen, a la familia donde hemos nacido. Llegar a ese lugar puede resultar traumático para muchas personas, especialmente si no se conoce la verdad o existen momentos dolorosos y vínculos atrofiados que no sabemos cómo recomponer. Una vez allí, habrá que encarar lo que sea y comenzar a limpiar el corazón de todos los dolores y todos los rencores que existan hacia y desde las personas que estuvieron en nuestra infancia, nuestra adolescencia y aún en el momento presente. Sanar las relaciones de familia es todo un proceso que no tiene que ser doloroso, todo lo contrario hay que sacar el dolor y el antídoto por excelencia se llama PERDÓN. Con el corazón libre de culpas y rencores, el siguiente paso consiste en vencer los miedos, esos temores fundados o incubados que nos asaltan algunas veces más seguido que otras. No es fácil, pero puede ser divertido ver que los miedos son falsos, son bloqueos mentales que no nos dejan avanzar. Ya sin miedo comienza a brillar el AMOR; un sentimiento de conexión sincera con todo y con todos, que nos permite invadir nuestros pensamientos de gratitud y entusiasmo. Surge un nuevo reto: mantener esa vibración de amor en nuestro mundo interior, que equivale a no dejar entrar al miedo en ninguno de nuestros pensamientos y si llega a colarse, deshacerlo de manera consciente con nuestra capacidad de razonar. Si logramos mantener esa vibración de amor, estaremos listas para equilibrar las relaciones con los demás, devolver lo que no es nuestro, dejar de hacernos cargo del equipaje ajeno y cargar lo que verdaderamente podemos llevar. Livianas en la mente y en el corazón, estaremos listas para visualizar los sueños, todo aquello que queremos lograr; para eso hemos de rescatar nuestros talentos, nuestras habilidades, nuestros conocimientos y dedicarnos a la labor que nos apasiona con toda la constancia posible.
Metidas en el ritmo de sentirnos productivas y capaces, llegará por sí solo el disfrute de la vida, entendiendo que la única forma de estar en equilibrio consiste en la práctica cotidiana de la PAZ.
