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jueves, 8 de junio de 2023

¿Cuál vínculo te altera?

 


Somos seres dependientes unos de otros, por naturaleza. El ser humano, que no es un animal sino un ser de otro reino, necesita a otros para sobrevivir biológica, social, mental y emocionalmente. Si comenzamos por reconocer ese principio, esa ley natural que nos rige, vamos a poder poner en equilibrio nuestros vínculos.

Y los vínculos tienen categorías distintas, no nos produce lo mismo pelear con un colega de trabajo que con una pareja ó con la madre. 

Nuestra propia salud emocional se altera a partir de lo que nos va sucediendo día a día con los vínculos, según su categoría, unos naturales como los vínculos familiares y otros creados a lo largo de nuestra interacción con otros.

Hay vínculos pasajeros, circunstanciales, de momento; ahí entran todas esas conexiones que establecemos con alguien que simplemente nos cruzamos por un instante y a lo mejor no repercute adentro. Son aparentemente inocuos, no obstante, si chocamos con alguien en la calle y ese alguien nos insulta de cierta manera que toca una fibra muy profunda, un solo instante puede desencadenar un torrente de emociones que se irán diluyendo según resuenen o no con nuestra memoria celular.

Y los vínculos naturales, los de familia, están grabados en la memoria celular; por eso es tan difícil olvidar una ofensa de un pariente, por lejano que parezca. En el árbol genealógico no hay parientes lejanos, todos los tenemos integrados en nuestras células y por algún lado existe concomitancia, incluso con aquellos que no conocimos o que ni siquiera sabemos que existieron. ¡Solo los nombres nos van a revelar similitudes asombrosas!

En la jerarquía de los vínculos, los familiares son los que más nos afectan, hasta que reonocemos plenamente el lugar de cada uno y lo honramos con generosidad y sinceridad. El padre es el padre por malo que haya sido, igual que la madre. Y entre la conexión con la madre y la conexión con el padre hay grandes diferencias de intensidad emocional, independiente de que tan buenos nos parezcan o si no los tuvimos o ya se fueron.

La madre y el padre representan el origen, nuestro origen. Y en la medida en que ponemos en orden estos vínculos, vamos a poder sanar todos los demás. Es inútil esperar que estos vínculos sean equitativos; jamás vamos a poder darle a nuestros padres lo que ellos nos dieron, solo podemos dignificar su lugar, reconocer que son personas como nosotros con debilidades y fortalezas y que se echaron al hombro la responsabilidad de traernos a este mundo porque nuestra alma quiso venir. Habrá unos que abandonaron esa responsbailidad por el camino o que no la aceptaron del todo; más vale que los perdonemos, porque de lo contrario vamos a exhibir siempre ese faltante de nosotros mismas.

Los hijos siempre serán los chiquitos y los padres los grandes, los que muestran el camino y van más adelante; por más que corramos, nunca vamos a alcanzar a nuestros padres, siempre nos llevaran una ventaja, de la misma forma que por más que se esfuercen, nuestros hijos no van a poder alcanzarnos.

Por eso los conflictos con la madre o el padre o con los hijos. no deben resolverse para quedar en equilibrio sino para quedar en el lugar correcto. Sin deudas, porque el orden natural establece un dar y un recibir proporcionado. Lo que da una madre no puede medirse ni en cantidad ni en calidad, es lo que puede dar, del mismo modo que lo que da un hijo no admite comparaciones, porque es lo que ese hijo puede dar. El problema son las falsas expectativas y los rencores que cargamos, exigiendo siempre que el otro nos compense o pague por lo que consideramos nos dejó de dar o nos dio mal.

Esas diferencias en la relación con padre y madre, son las que luego trasladamos inconscientemente a otros vínculos, porque cada hombre con el que nos cruzamos como pareja, jefe, amigo o colega, va a resonar con la figura del padre y cada mujer con la que interactuamos en cualquier ámbito, va a resonar con la figura de la madre.

El autoconocimiento es el camino para reconocer en nosotras mismas lo mejor que pudieron dar nuestra madre y nuestro padre, y agradecerlo.

"Un buen padre vale por cien maestros".