Históricamente la mujer ha estado marginada de muchos espacios y es probable que carguemos con un trauma colectivo, una necesidad de participación y reconocimiento que intentamos compensar con lo que tenemos a mano, las relaciones más cercanas.
Los hombres son muchísimo más prácticos, ellos atienden el incendio sólo cuando ven el fuego, nosotras actuamos "Por si acaso", y nos sacrificamos sin necesidad, haciendo más de lo que en realidad nos corresponde.
Por nuestra naturaleza protectora dedicamos mucho tiempo al bienestar de otros y a veces descuidamos el bienestar propio, pensando que de esa forma somos mejores mamás, mejores esposas, mejores trabajadoras, mejores amigas.
Hay que superar la sensación de estar siendo juzgada y también abandonar el rol de la mujer manipuladora, que da de más para que el otro siempre quede debiendo.
Vale la pena revisar por qué hacemos lo que hacemos y hasta dónde nos estamos sintiendo cómodas. A la primera señal de déficit hay que parar y pensar qué estamos haciendo mal, para corregirlo. La solución no está en los demás, los otros se benefician con nuestro sacrificio, lo toman cuando les conviene y lo ignoran cuando los asfixia.
Si queremos estar en equilibrio, hay que aprender a decir NO y a escuchar para saber lo que otros quieren no lo que nosotros creemos que necesitan.
"El sacrificio no está nunca
en renunciar a lo que uno es.
El verdadero sacrificio
es seguir siendo
lo que uno es"
Anibal Troilo
1914 - 1975
Compositor argentino